"El capitalismo democrático es el mejor sistema jamás concebido". Esta frase, pronunciada por el ex-presidente George W. Bush en septiembre de 2.008 en un discurso en el que buscaba el apoyo del Congreso estadounidense para aprobar un fondo de rescate de 700.000 millones de dólares para salvar "toda nuestra economía" define perfectamente el camino que están siguiendo los líderes mundiales para salir del atolladero y recuperar la senda del crecimiento económico mundial.
Esta teoría político-económica se basa en una economía de mercado esencialmente capitalista, un sistema político democrático que expresa la voluntad popular y que marcará las regulaciones que eviten los excesos del capital y un sistema social que anima al pluralismo.
Es el sistema por el que se rige, por ejemplo, la sociedad norteamericana donde ambos partidos, demócrata y republicano, se identifican fuertemente con el mismo y también al que aspiran no pocas de las economías emergentes del mundo. ¿Es verdaderamente democrático este sistema? ¿La voluntad popular tiene capacidad real para regular el sistema económico? Se está demostrando en el desarrollo de esta crisis que no.
En una economía globalizada como la actual, donde cualquier especulador puede invertir en productos financieros al otro lado del mundo desde el ordenador de su casa y donde el dinero se ha convertido en un bien de producción más, que además cuenta con la ventaja de estar exento de aranceles aduaneros, ¿cómo puede el ciudadano medio poner freno a los desmanes de los poderosos? Simplemente no puede.
El pasado enero el Gobierno español consiguió colocar 3.000 millones de euros de deuda al elevado tipo de interés del 4,6 %, casi un 1% más que la anterior subasta celebrada dos meses antes. ¿Tanto han cambiado las cosas desde noviembre hasta enero para que el riesgo que asume el inversor para recuperar su desembolso justifique una subida del interés de ese calibre? ¿A quién le puede interesar que en los momentos actuales el interés de este tipo de operaciones aumente todo lo posible?
Antes de la crisis económica los grandes inversores del mundo obtuvieron enormes beneficios especulando con productos financieros que no paraban de subir. Si hacemos caso al viejo dicho que dice que el animal más cobarde del mundo es un millón de dólares, ¿qué han hecho esos grandes inversores con el dinero que retiraron de los mercados cuando las cosas empezaron a ir mal y que casi llegaron a hundir las bolsas del mundo? Y lo que es peor, ¿qué medidas han tomado los líderes mundiales para que los especuladores que nos llevaron con sus excesos a la situación actual no utilicen los mismos métodos para evitar que los gobiernos con dificultades se vean sometidos a la especulación de los mercados con su deuda pública?
Si la principal causa de la crisis económica ha sido la quiebra del sistema capitalista democrático... ¿Por qué se siguen empleando los mismos principios para salir de la misma? ¿O será que es más rentable permanecer dentro de ella hasta que los beneficios decaigan y entonces se pondrán los medios para salir a flote?
La alternativa al sistema capitalista democrático es la socialdemocracia, cuyos principales defensores se encuentran en las sociedades europeas. Sin embargo, para poder aplicar soluciones socialdemócratas en una economía globalizada como la actual será necesario aplicarlas a nivel global y no podrán ser tan efectivas si se implantan por distintos gobiernos a nivel local. Para eso se necesita una institución internacional que asuma el mando intelectual y siente las bases de un nuevo sistema basado en los principios de justicia social, igualdad de oportunidades, sindicalismo, apoyo a las clases desfavorecidas... En definitiva, se echa de menos que una organización como la Internacional Socialista proponga una hoja de ruta que nos permita volver a la senda del crecimiento sin que las clases populares sean las que asuman los sacrificios. ¿La izquierda mundial está dejando pasar de largo una oportunidad única para imponer sus ideas? Esperemos que no tengamos que lamentarlo.
Es el sistema por el que se rige, por ejemplo, la sociedad norteamericana donde ambos partidos, demócrata y republicano, se identifican fuertemente con el mismo y también al que aspiran no pocas de las economías emergentes del mundo. ¿Es verdaderamente democrático este sistema? ¿La voluntad popular tiene capacidad real para regular el sistema económico? Se está demostrando en el desarrollo de esta crisis que no.
En una economía globalizada como la actual, donde cualquier especulador puede invertir en productos financieros al otro lado del mundo desde el ordenador de su casa y donde el dinero se ha convertido en un bien de producción más, que además cuenta con la ventaja de estar exento de aranceles aduaneros, ¿cómo puede el ciudadano medio poner freno a los desmanes de los poderosos? Simplemente no puede.
El pasado enero el Gobierno español consiguió colocar 3.000 millones de euros de deuda al elevado tipo de interés del 4,6 %, casi un 1% más que la anterior subasta celebrada dos meses antes. ¿Tanto han cambiado las cosas desde noviembre hasta enero para que el riesgo que asume el inversor para recuperar su desembolso justifique una subida del interés de ese calibre? ¿A quién le puede interesar que en los momentos actuales el interés de este tipo de operaciones aumente todo lo posible?
Antes de la crisis económica los grandes inversores del mundo obtuvieron enormes beneficios especulando con productos financieros que no paraban de subir. Si hacemos caso al viejo dicho que dice que el animal más cobarde del mundo es un millón de dólares, ¿qué han hecho esos grandes inversores con el dinero que retiraron de los mercados cuando las cosas empezaron a ir mal y que casi llegaron a hundir las bolsas del mundo? Y lo que es peor, ¿qué medidas han tomado los líderes mundiales para que los especuladores que nos llevaron con sus excesos a la situación actual no utilicen los mismos métodos para evitar que los gobiernos con dificultades se vean sometidos a la especulación de los mercados con su deuda pública?
Si la principal causa de la crisis económica ha sido la quiebra del sistema capitalista democrático... ¿Por qué se siguen empleando los mismos principios para salir de la misma? ¿O será que es más rentable permanecer dentro de ella hasta que los beneficios decaigan y entonces se pondrán los medios para salir a flote?
La alternativa al sistema capitalista democrático es la socialdemocracia, cuyos principales defensores se encuentran en las sociedades europeas. Sin embargo, para poder aplicar soluciones socialdemócratas en una economía globalizada como la actual será necesario aplicarlas a nivel global y no podrán ser tan efectivas si se implantan por distintos gobiernos a nivel local. Para eso se necesita una institución internacional que asuma el mando intelectual y siente las bases de un nuevo sistema basado en los principios de justicia social, igualdad de oportunidades, sindicalismo, apoyo a las clases desfavorecidas... En definitiva, se echa de menos que una organización como la Internacional Socialista proponga una hoja de ruta que nos permita volver a la senda del crecimiento sin que las clases populares sean las que asuman los sacrificios. ¿La izquierda mundial está dejando pasar de largo una oportunidad única para imponer sus ideas? Esperemos que no tengamos que lamentarlo.